INSCRIPCIÓN

Como si de una plaga bíblica se tratara, como una maldición oscura, como una historia de terror. Nos adentramos apresuradamente en unas décadas en las que el movimiento ciego del capital nos arroja despiadadamente hacia una sucesión de infiernos. Caos climático, extinción de especies, agotamiento de recursos naturales. No es la codicia de un puñado de ricos, no es la ignorancia de un puñado de burócratas, no es, desde luego, el ansia consumista cómplice de todas nosotras, lo que nos conduce a cruzar esas puertas. Es algo mucho más perverso, que se esconde en las sombras y causa un enorme dolor que se extiende hasta los lugares más recónditos del planeta. El capital, que ha sobrevivido durante dos siglos saciando su sed vampírica de sangre viva del trabajo, se encuentra detrás de todos aquellos fuegos, pandemias y cosechas podridas que hoy atemorizan nuestra existencia.

Los monstruos que enfrentamos en el futuro inmediato, por tanto, no son diferentes a aquellos a los que se enfrentaron quienes nos preceden en décadas y siglos anteriores. La crisis ecológica, sin embargo, impone una niebla densa que lo empapa todo, que nos cala los huesos, que alberga algunas de las criaturas más infestas. Cualquier proyecto político socialista deberá, entonces, trabajar con las herramientas adecuadas que le permitan orientarse en esa niebla. Al mismo tiempo, cualquier proyecto político que quiera abordar la crisis ecológica deberá armarse con los mejores aprendizajes adquiridos durante dos siglos de lucha contra el capital. El ecosocialismo busca responder a esa urgente necesidad, ofreciéndonos un marco teórico y práctico desde el cual sumergirnos en este siglo tenebroso.

Luchar por la emancipación de la clase trabajadora en el siglo de la crisis ecológica es una tarea demasiado ingente como para adentrarse en ella desprovistas de mapas y bocetos esquemáticos. Lo abrumador de la tarea no puede, tampoco, ser excusa para limitarse a pintar cientos de lienzos sobre los monstruos que se esconden en la niebla sin apenas capacidad de ahuyentarlos. No nos queda más remedio que enfrentarnos a esta tarea desde la impaciencia militante y el optimismo de la voluntad, junto a la certeza de la inexistencia de atajos intelectuales ni políticos. Una efectividad de la práctica que sólo puede construirse sobre la solidez de la teoría. Una vieja tarea que adopta nuevas formas. Avivar las brasas de la lucha de clases en este instante histórico no es ningún capricho, sino una condición necesaria para esquivar a las criaturas más dañinas que se ocultan en esta niebla. Cumple la misma función que los fuegos técnicos utilizados por los bomberos forestales para limitar el avance de las llamas de aquellos incendios demasiado grandes para ser apagados. Chispas, brasas y tizones nos acompañan en este viaje.

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